jueves, junio 30, 2005

EL TIEMPO PASADO SIEMPRE FUE MEJOR


"A quien madruga, Dios lo ayuda", es la exclamación de una pintoresca señora que, cartera roja y saco negro de cuero en mano, sale de su casa con destino a cobrar su jubilación al Banco de la Nación, como todos los 20 de cada mes.

Bertha Acosta es una profesora jubilada de 70 años. A pesar de la edad que tiene, no aparenta todas las primaveras que carga encima, pues según ella es como el comercial de Polystel: "Se mantiene joven aunque pasen los años". Su sonrisa jovial y su porte siempre distinguido, han hecho que esta mujer sea muy respetada, no sólo en su casa, por su hija y nietas; sino también por la mayoría de los vecinos de la urbanización San Felipe en Comas.

Vive en casa de su yerno, con el que no se lleva muy bien. Lastimosamente, tuvo una sola hija, y fue precisamente Manuel, esposo de Liz, su vástaga, quien la invitó un buen día a quedarse con ellos, pues la casa era bastante grande para albergarla también a ella. Sin embargo, con el transcurrir de los años, la casa se convirtió en una "guerra fría" entre ambos, ya que no se dirigían mucho la palabra, y cuando lo hacían, las indirectas no dejaban de hacerse notar.

Su departamento, convertido en fortín desde donde por lo general ataca a su víctima-yerno, alberga todo tipo de cosas; desde una radiola de la época de la pera que aún funciona, pasando por una refrigeradora nueva que sirve de aparador, hasta su última adquisición: 6 sillas del juego de comedor de su vecina, que no necesitaba, pero que le parecieron bonitas y, sobre todo, de muy buena madera.

Ella quedó viuda muy joven. Su hija sólo contaba con 8 años cuando Don Ernesto falleció de una taquicardia mientras era operado en una clínica limeña. La pena fue grande, pero no por eso se dejó amilanar. No perdió la sonrisa ni ese porte garbo que siempre la caracterizaron. Estudió, parrandeó, tuvo mil y un novios, y crió a su hija lo mejor que pudo. Era una súper mamá.

Pero con el tiempo, el carácter le fue cambiando. De fuerte pero amiguera, a fuerte pero Hitler. Las personas que la conocen bien, no dudan en decirlo, "es una dictadora" y también una mujer de armas tomar.

Pero lo más curioso de ella, es su afán por llegar temprano a todo lugar. Su puntualidad, en ocasiones extremadamente exagerada, han hecho que su casa se convierta en un cuartel. El toque de diana es a las 5.30 am con un "levántense ociosos", gritado desde el segundo piso de la casa, y que despierta a todos los vecinos a unos 20 metros a la redonda. A pesar de ello, no hubo quejas hasta hoy, por lo que algunos se lo deben, incluso, hasta agradecer.

Por eso es que no es de extrañar que cada 20 de todos los meses, se levante aún más temprano de lo acostumbrado para ir a "cobrar". Se supone que su pensión se la depositan los 15, pero ella prefiere los 20, para asegurarse que ya el dinero esté en su cuenta.

Todos los 20 son sus días de "franco". Bertha sale de su casa con sus mejores atuendos. Muy pocas veces se le ve tan arreglada como en esos días. Y ni crean que va a cualquier Banco de la Nación. No, no, no. Ella vive en Comas y se va hasta la central de Orrantia, en San Isidro, a cobrar sus 700 soles de jubilación.

Se vistió de luces: Saco de cuero, chompa roja, pantalón de vestir plomo, botines negros taco nueve y una cartera roja completaba su atuendo. Tal vez vistiéndose así, recordaba sus buenas épocas en el Cusco, en donde entre su larga lista de pretendientes no faltaban generales de la policía ni dueños de empresas aeronáuticas.

Ahora vivía donde vivía y ganaba 700 soles que le alcanzaban solamente para apoyar los gastos de la casa de su hija, en la que dormía, limpiaba, acomodaba, sacudía, planchaba, lavaba, cocinaba, servía el almuerzo, el desayuno, el lonchecito, y se peleaba con medio mundo. Pero con todo y eso, nadie la podía mover de allí.

Salió de la casa a las 9 de la mañana. Haciendo sonar sus tacos mientras caminaba, con un porte único, como toda una señora de alta sociedad. En su rostro no se reflejaba angustia, ni dolor, y menos rencor, por todo lo que le tocó vivir como viuda,como madre, como suegra, como abuela. Ella caminaba mirando al frente, sin nada que le estorbe a su paso. Tal vez detrás de esa mirada apacible, y sus facciones impenetrables, se escondía esa dulce abuelita que todos sueñan tener, esa que regala dulces y propinas. Pero ella es así, claro que muy a su manera.

Cuando llega a su destino, después de una hora y media de viaje en bus, entra en el local con grandes rejas de la avenida javier prado. Siempre le molesta tener que hacer cola. Pero la hay, y bastante larga, que bordea el edificio del Banco de la Nación.

No lo piensa dos veces y avanza hacia ella, mirando altiva a todos los demás que esperan su turno de atención. Ella va sola, mientras que los demás siempre van acompañados. Recuerda con nostalgia los días en los que su pequeña nieta iba con ella. Las dos habían sido inseparables hasta que ella entró a la universidad, y la múltiples ocupaciones la habían dejado sin su compañera favorita de las aventuras de cobrar en ese banco. La extrañaba, aún así, nunca se lo había dicho.

La cola avanzaba lentamente. Poco a poco se acercaba hasta la ventanilla en la que, multired en mano, por fin vería su dinero, que le había costado 30 años de servicio al estado.

Llegó a la ventanilla, recibió su dinero, lo verificó y se retiró hacia un murito escondido en el que volvió a contar su dinero y asolapadamente lo metió en su truza doble fondo que siempre llevaba esos días. "Para prevenirse de los ladrones", piensa mientras sale contenta con su dinero hacia la puerta.

Luego de todo ese trámite que siempre le demora unos 45 minutos, toma un carrito viejo y se va a pasear al Centro Comercial San Isidro. Su hija siempre le había dicho que en la casa no están para pituquerías, y sus nietas menores, rara vez habían ido con ella en ese paseo. Sólo su nieta mayor, pero ella ya no estaba allí para acompañarla.

Va a Ripley, Saga, Metro y todas las tiendas que pueda visitar. Se mide ropa en oferta, paga sus tarjetas, y sale hacia su casa, de vuelta a su realidad de vivir en el distrito más populoso de Lima.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente relato, Saludos desde Chile.

Anónimo dijo...

exelente relato (:
otro saludo desde Chile ^^.